Durante la peor pandemia de los últimos 100 años, Cantabria fue la única región que ganó esperanza de vida de toda España. La única.
Cuando llegué a Cantabria me dijeron, con mucho orgullo, que los romanos nunca conquistaron esta tierra, y ahora parece que la historia se repite, como una suerte de aldea de Astérix y Obélix que resiste al Covid. No ha salido en telediarios, ni en titulares nacionales, pero la incidencia del virus aquí se parece más a la de unas islas en mitad del Atlántico que a las de sus comunidades vecinas. Si Cantabria tuviera 10 veces más población sería Madrid, pero sospecho que, lamentablemente, seguiría sin ser tan protagonista como ésta. La pena de unos medios nacionales con poca visión periférica es que historias importantes, como la de Cantabria y el Covid19, pasan desapercibidas y toda la experiencia de esta comunidad pequeña se desaprovecha.
El primer resultado llamativo lo publicaron expertos internacionales de las universidades más prestigiosas del mundo en salud pública. Un magnífico artículo analizó los datos del INE y determinó que Cantabria fue la CCAA donde menos impacto tuvo la mortalidad durante la primera ola.Es un dato apabullante y, aunque no fuera titular en los periódicos, debe serlo en muchos corazones. En los corazones de todos los que hemos luchado hasta la extenuación. Esos corazones deben saber que, durante la primera ola de la peor pandemia de los últimos 100 años, Cantabria fue la única región que ganó esperanza de vida de toda España. La única.
Asimismo, en esta pandemia hemos tenido muchas veces incidencias bajas en comparación con España. Pero muchas veces también se elevó la duda de si esas cifras eran reales o el resultado de hacer pocos test o pocos rastreos. Porque todas sabemos (políticos incluidos) que el que busca encuentra y el que no, no. La verdadera prueba de fuego que demostró que nuestras bajas incidencias eran reales fue el estudio de seroprevalencia. El Enecovid. Este estudio pionero en el mundo tomó muestras de sangre a miles de españoles para saber, realmente, cuánta gente se había infectado. Sin trampa ni cartón. Pues bien, según el Enecovid, en la segunda ola se infectó un 1% más de cántabros. Si comparamos con toda España, solo Córdoba y las dos provincias de las Islas Canarias han registrado incrementos inferiores al 1% desde la primera oleada. De hecho, nuestros vecinos experimentaron datos mucho peores: en Asturias se incrementó en +2,8%, Palencia +3,7%, Burgos +3,8%, Bizkaia +2,2%… Hablamos de entre 11.000 y 20.000 personas que no se han infectado de Covid en Cantabria. Entre 11.000 y 20.000 personas que no enfermaron, que no sufrieron hospitalizaciones, que no están luchando contra las secuelas de esta enfermedad o que, sencillamente, siguen respirando. Estos buenos resultados no son solo números, son (somos) personas que siguen vivas.
Parece lógico ¿no? Menos infecciones, menos muertos. Pero el resultado del Enecovid también nos sirve para responder, parcialmente, a la pregunta, ¿por qué Cantabria tiene esos buenos datos? Parte de la respuesta nos la dio el portal Datadista, que comparó el número de infectados reales contra el número de casos que las comunidades diagnosticaban y -qué curioso- Cantabria había conseguido diagnosticar más del 90% de casos, siendo una de las mejores comunidades de España en detectar el Covid.
El hecho de que no queden casos sin diagnosticar nos permite cortar la transmisión y que menos gente se infecte. En Cantabria este éxito se debe, en gran medida, al gran trabajo de rastreo y a la estructura creada. Mientras en muchas CCAA se rastrean los dos dias previos, aquí se analizan los 7 días anteriores (no solo se busca a quién has infectado, sino quién te ha infectado a ti y, por tanto, a más personas). Esta estructura la copiamos del sudeste asiático y ha funcionado. Hemos diseñado entrevistas muy completas que nos han permitido saber que las personas que entraban al interior de bares y restaurantes tenían casi 4 veces más riesgo de infectarse de covid, o desentrañar brotes que habían puesto en jaque a ciudades enteras. Nuestros datos han sido la base de nuestra toma de decisiones, como faros que se iban iluminando durante la tormenta y conseguían que menos gente cayera al agua. Y los resultados avalan el arduo esfuerzo que ha costado diseñar y poner en marcha una estructura así en dos meses.
Hay más lecciones, muchas, pero sobre todo muchas personas y mucho sacrificio: la increíble labor de los profesionales de la Consejería de Sanidad, del Observatorio de Salud Pública y del Servicio Cántabro de Salud, el impagable esfuerzo de los técnicos de Salud Pública, los rastreadores militares, la responsabilidad de todos y cada uno de los cántabros, de las personas que han sacrificado tanto, los trabajadores de residencias, de todas las empresas que están sufriendo esta crisis, los docentes que se han desvivido, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad…. Sirvan estas líneas como un homenaje desde el corazón. A todas y a todos, muchas gracias.
Paloma Navas Gutiérrez es médica especialista en Medicina Preventiva, gerontóloga y doctora en Salud Pública por la Universidad Johns Hopkins. Exdirectora de Salud Pública del Gobierno de Cantabria.
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